domingo, 9 de junio de 2013

"Trafalgar", de Benito Pérez Galdós

Batalla en Trafalgar. Fuente de la imagen

 
Título: Trafalgar
Autor: Benito Pérez Galdós (España, 1843-1920)
Primera edición: 1873
Género: Novela/ Literatura española



 TRAFALGAR: UNA HISTORIA PARA EL RECUERDO Y PARA EL OLVIDO

El siglo XIX fue una dura jornada en la Historia de nuestro país: España se despertó en 1805 con los cañonazos de Trafalgar y se acostó exhausta, noventa y tres años después, tras perder las colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas a manos de Estados Unidos en lo que vino a llamarse el Desastre del 98. Sobre el primer acontecimiento, que es el que centra nuestra atención, Benito Pérez Galdós escribió, en 1873, Trafalgar, un magnífico documento literario, mitad novela mitad crónica histórica, con el que inauguraba sus Episodios Nacionales, que alcanzarían la cifra de 46 libros agrupados en cinco series. Este ambicioso proyecto, de acentuado interés histórico, tuvo gran acogida entre los lectores, al margen de clases sociales, quizá porque cumplía holgadamente la máxima horaciana de “enseñar deleitando”.
Hay que recordar que la España de Carlos IV, aliada ancilar de la poderosa Francia, participó en la Batalla de Trafalgar (en las costas de Cádiz) para satisfacer los deseos imperialistas de Napoleón I. Los marinos españoles y franceses, aunque valerosos y cargados de patriotismo –acaso un mecanismo de autodefensa para sobreponerse a la baja moral imperante en sus filas ante las previsibles consecuencias del conflicto–, fracasaron aquel 21 de octubre de 1805 frente al legendario almirante Nelson, que vino a Trafalgar a perder la vida y a ganar la posteridad. La derrota en Trafalgar puso fin a tres siglos de hegemonía española como potencia atlántica. Napoleón, por su parte, si bien es cierto que logró rehacer su armada tras la debacle, se vio obligado a abandonar el proyecto de invadir las islas británicas, tal como era su deseo.
Muchos son los protagonistas célebres que intervinieron en la mayor batalla naval del siglo. Cito, entre otros, a Federico Gravina, Cosme de Churruca y Dionisio Alcalá Galiano (españoles), a Jean-Jaques de Lucas y Pierre-Charles Villeneuve (franceses), así como al ya nombrado almirante Horatio Nelson y a sus compañeros Cuthbert Collingwood y Richard King (ingleses). Pero no estarían todos si omitiéramos a Gabriel de Araceli, don Alonso Gutiérrez de Cisniega, doña Francisca, Rosita, Marcial “Medio-hombre” o los Malespina (padre e hijo), criaturas de ficción con los que Galdós edulcoró su episodio sobre Trafalgar. Tenemos, pues, a personajes inventados (“seres de papel”, que diría Roland Barthes) trajinando en el escenario de la vida y la muerte respaldados por un fondo de aguerridos personajes de carne y hueso. (O quizá sea a la inversa, ahora no sabría decir).
Trafalgar es narrada por Gabriel, un octogenario “en el ocaso de la existencia” que da cuenta de sus andanzas cuando, siendo un adolescente, entra a trabajar como paje en la casa del capitán retirado don Alonso, hombre pueril que tiene su antagonista en su irritable esposa Doña Francisca, mujer que desdeña la pasión de su marido por las batallas navales. Gabrielillo, poco antes de enrolarse en el navío Santísima Trinidad junto a su amo, se enamora de la hija de éste, Rosita. Hablamos de una novela de iniciación sui generis, y escribo el latinajo porque que el personaje novelesco no se abre al mundo para conocer el dulce sabor del amor sino el amargo regusto de la guerra. Jovencitos que juegan a ser adultos y adultos que juegan, en los últimos años de su vida, a ser jovencitos obedecen el pulso narrativo de un Galdós en plena forma.
Dos siglos después de los hechos narrados, Trafalgar, crítico e hilarante retrato de costumbres de época, sigue siendo un buen referente histórico-literario para aquellos lectores que quieran conocer todos los detalles de tan cruenta batalla.        

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