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Batalla en Trafalgar. Fuente de la imagen |
Título: Trafalgar
Autor: Benito Pérez Galdós (España, 1843-1920)
Primera edición: 1873
Género: Novela/ Literatura española
TRAFALGAR: UNA HISTORIA PARA EL RECUERDO
Y PARA EL OLVIDO
El siglo XIX fue una dura jornada en la Historia de nuestro país:
España se despertó en 1805 con los cañonazos de Trafalgar y se acostó exhausta,
noventa y tres años después, tras perder las colonias de Cuba, Puerto Rico y
Filipinas a manos de Estados Unidos en lo que vino a llamarse el Desastre del
98. Sobre el primer acontecimiento, que es el que centra nuestra atención, Benito
Pérez Galdós escribió, en 1873, Trafalgar,
un magnífico documento literario, mitad novela mitad crónica histórica, con el
que inauguraba sus Episodios Nacionales,
que alcanzarían la cifra de 46 libros agrupados en cinco series. Este ambicioso
proyecto, de acentuado interés histórico, tuvo gran acogida entre los lectores,
al margen de clases sociales, quizá porque cumplía holgadamente la máxima horaciana
de “enseñar deleitando”.
Hay que recordar que la España de Carlos IV, aliada
ancilar de la poderosa Francia, participó en la Batalla de Trafalgar (en
las costas de Cádiz) para satisfacer los deseos imperialistas de Napoleón I. Los
marinos españoles y franceses, aunque valerosos y cargados de patriotismo –acaso
un mecanismo de autodefensa para sobreponerse a la baja moral imperante en sus
filas ante las previsibles consecuencias del conflicto–, fracasaron aquel 21 de
octubre de 1805 frente al legendario almirante Nelson, que vino a Trafalgar a
perder la vida y a ganar la posteridad. La derrota en Trafalgar puso fin a tres
siglos de hegemonía española como potencia atlántica. Napoleón, por su parte,
si bien es cierto que logró rehacer su armada tras la debacle, se vio obligado
a abandonar el proyecto de invadir las islas británicas, tal como era su deseo.
Muchos son los protagonistas célebres que intervinieron
en la mayor batalla naval del siglo. Cito, entre otros, a Federico Gravina,
Cosme de Churruca y Dionisio Alcalá Galiano (españoles), a Jean-Jaques de Lucas
y Pierre-Charles Villeneuve (franceses), así como al ya nombrado almirante Horatio
Nelson y a sus compañeros Cuthbert Collingwood y Richard King (ingleses). Pero
no estarían todos si omitiéramos a Gabriel de Araceli, don Alonso Gutiérrez de
Cisniega, doña Francisca, Rosita, Marcial “Medio-hombre” o los Malespina (padre
e hijo), criaturas de ficción con los que Galdós edulcoró su episodio sobre
Trafalgar. Tenemos, pues, a personajes inventados (“seres de papel”, que diría Roland
Barthes) trajinando en el escenario de la vida y la muerte respaldados por un
fondo de aguerridos personajes de carne y hueso. (O quizá sea a la inversa,
ahora no sabría decir).
Trafalgar
es narrada por Gabriel, un octogenario “en el ocaso de la existencia” que da
cuenta de sus andanzas cuando, siendo un adolescente, entra a trabajar como
paje en la casa del capitán retirado don Alonso, hombre pueril que tiene su
antagonista en su irritable esposa Doña Francisca, mujer que desdeña la pasión
de su marido por las batallas navales. Gabrielillo, poco antes de enrolarse en
el navío Santísima Trinidad junto a su amo, se enamora de la
hija de éste, Rosita. Hablamos de una novela de iniciación sui generis, y escribo el latinajo porque que el personaje novelesco
no se abre al mundo para conocer el dulce sabor del amor sino el amargo regusto
de la guerra. Jovencitos que juegan a ser adultos y adultos que juegan, en los
últimos años de su vida, a ser jovencitos obedecen el pulso narrativo de un
Galdós en plena forma.
Dos siglos después de los hechos narrados, Trafalgar, crítico e hilarante retrato
de costumbres de época, sigue siendo un buen referente histórico-literario para
aquellos lectores que quieran conocer todos los detalles de tan cruenta batalla.
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