sábado, 7 de septiembre de 2013

"El principito", de Antoine de Saint-Exupéry

Antoine de Saint-Exupéry y El Principito. Fuente de la imagen


Título: El Principito
Autor: Antoine de Saint-Exupéry
Género: novela
Primera edición: Reynal & Hitchcock, 1943, con el título Le Petit Prince
Edición comentada: Alianza Emecé (1993, edición nº 31), traducida por Bonifacio del Carril

Antoine de Saint-Exupéry (1900–1944) tenía cuarenta y tres años cuando publicó El Principito, una novela corta de difícil clasificación (no es para niños pero tampoco es en apariencia una novela al uso para adultos) que con el paso de los años acabaría por convertirse en el libro más leído de la literatura francesa. Más que cualquier título de Proust, Zola o Flaubert…
Su autor, un exaviador que había participado en la Segunda Guerra Mundial, escribió la novela (que incluye ilustraciones realizadas por él) cuando vivía exiliado en Estados Unidos, quizá tratando de olvidar el horror de la guerra. No era su primer libro: ya era conocido por el gran público por títulos como Vuelo de noche (1931), Tierra de hombres (1939) o Piloto de guerra (1942), que le habían servido para hacerse un nombre como escritor y como héroe de guerra.
Saint-Exupéry conocía el desierto de Sahara por su experiencia como aviador, y fue precisamente en un desierto donde ambientó El Principito, que narra la relación entre un piloto cuyo avión queda averiado en la ardiente arena (solo tiene provisiones para ocho días) y un pequeño príncipe que dice venir de otro planeta. El lenguaje es muy sencillo, pensado quizá para niños, pero de manera sutil el libro se permite disquisiciones de calado sobre la naturaleza humana, y deja un retrato nada positivo de los adultos, que le dan la espalda a la esencia de la vida y se dejan llevar por ambiciones estériles.
El libro supone un canto a la infancia y a la simplicidad, que es posiblemente uno de los mejores accesos a la felicidad.
Pero ¿era feliz Saint-Exupéry? Posiblemente no. Su matrimonio con Consuelo Suncin había sido un fracaso. Se encontraba cansado, tenía mala salud y le consideraban demasiado mayor para pilotar aviones en batallas arriesgadas. Le embarga cierta insatisfacción existencial difícil de combatir, posiblemente más que los enemigos nazis a las que se había enfrentado. La visión de una Europa en ruinas, esa Europa por la que había luchado, no debió de mejorar su ánimo en absoluto.
El aviador y escritor falleció en una misión de reconocimiento, un año después de la publicación de El Principito. Había partido solo, sin compañeros de viaje, de la base militar de Borgo, en la Alta Córcega. Nada volvería a saberse de él. Cabía suponer que hubiera sido abatido por un avión alemán, pero no quedó el menor rastro del que pilotaba él. Hasta que en 1998 un pescador dio con una pulsera del aviador, regalo de su esposa. Los restos de su avión fueron encontrados en el mar, concluyendo así cierto misterio sobre su muerte (aunque algunos todavía se preguntan si fue derribado o si fue un suicidio).
Con mucho la obra más conocida de Saint-ExupéryEl Pincipito sigue siendo un clásico de la literatura, al margen de etiquetas. Frecuentemente comparado con libros emblemáticos como Platero y yo o Alicia en el país de las maravillas, El principito sigue deleitando a niños y a adultos, seducidos por ese pequeño príncipe de la palabra que nos dejó valiosas observaciones sobre la amistad o la responsabilidad.
El principito, en fin, es un clásico que nunca pasará de moda, quizá porque los temas que aborda son inherentes a la condición humana, y porque sabe rescatar ese niño que todos llevamos dentro.  

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