Libro del desasosiego, de Fernando Pessoa (El Acantilado, 2007) |
Título: El libro del desasosiego
Autor: Fernando Pessoa
Género: Diario íntimo
Primera edición: 1982
Edición comentada: El Acantilado (2007)
A Fernando
Pessoa (1888-1935) le gustaba jugar con la literatura y de ese modo concibió
sus heterónimos. Al mismo tiempo, fue escribiendo una especie de diario íntimo,
desde 1913 hasta el final de su vida, sobre los más diversos temas
(filosóficos, religiosos, cotidianos…), de una forma descreída y con un gran
desaliento interior. “Son mis confesiones y, si en ellas nada digo, es porque
nada tengo que decir. Escribo mi literatura como escribo mis asientos
contables”. Aunque sea de ese modo, él se libera escribiendo y, sin
pretenderlo, siempre es profundo, filosófico, Shakesperiano. Normalmente habla
de lo que ocurre en su mente, pero, también, de lo que le rodea, con imágenes
potentes: “A mí, la muerte me parece una partida. El cadáver me da la impresión
de un traje abandonado. Alguien se fue y no necesitó llevar aquel traje único
que había vestido… El silencio que emana del sonido de la lluvia son acordes
visuales que van ensanchando el alma de goce estético”.
A veces la
depresión se apodera de él: “No hay sosiego en el fondo de mi corazón, pozo
viejo al final de la finca vendida, memoria de infancia encerrada entre el
polvo de la casa ajena”. En otras ocasiones reconoce lo poco que posee: “¡Dos
cosas me dio el destino: unos libros de contabilidad y el don de soñar! ¡Que
los dioses me cambien los sueños, pero no el don de soñar!”.
El diario
también es una muestra de sentimientos negativos y dolorosos que el autor se
inflige: “La vida me desagrada como una medicina inútil… Soy un pobre huérfano
abandonado en las calles de las sensaciones, tiritando de frío por las esquinas
de la realidad, teniendo que dormir en las escaleras de la tristeza y comer el
pan de gracia de la fantasía… Nunca pretendí ser más que un soñador. Nunca
presté atención a quienes me hablaban de vivir. Pertenecí siempre a lo que no
está donde estoy y a lo que nunca pude ser”. Y otras veces se consuela
poéticamente: “Todo el que duerme es nuevamente un niño… Amamos sólo la idea
que nos formamos de alguien. Es un concepto nuestro, es, en suma, a nosotros
mismos lo que amamos”.
También es
muy cerebral: “No sé lo que es el tiempo. No sé cuál es su verdadera medida. Si
es la del reloj, sé que es falsa: divide al tiempo espacialmente, por fuera. La
de las emociones sé también que es falsa: divide, no el tiempo, sino la
sensación del tiempo”.
La lectura
del libro requiere atención por su complejidad, sus paradojas, sus metáforas…
Pessoa, condicionado por su visión del mundo, iguala el acto de escribir al de
vivir: “Hace mucho tiempo que no escribo. Ha pasado meses sin que viva”. Y es
un perdedor vocacional: “Si un día pudiera libremente escribir y publicar sé
que tendría nostalgia de esta vida insegura en que apenas escribo y no
publico”. Incluso tiene la premonición de ser valorado después de muerto,
cuando ya no se puede compensar la falta de afecto que lo acompañó en vida: “El
verdadero destino noble es el del escritor que no publica”.
El libro
del desasosiego es un torrente fragmentario que, cuando hubo de ser publicado,
el editor decidió componerlo por temas y no de forma cronológica. Un libro
único, de un escritor único y de una riqueza literaria múltiple y sin límites.
José
Sánchez Rincón
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