La Casa de Dostoievsky, de Jorge Edwards |
Título: La casa de Dostoievsky
Autor: Jorge Edwards
Género: Novela
Primera edición: 2008
Autor: Jorge Edwards
Género: Novela
Primera edición: 2008
Edición comentada: Planeta-Casa de América
La casa de Dostoievsky, de Jorge Edwards
Resulta que el gran poeta chileno Enrique
Lihn (1929–1988) padecía una suerte de síndrome de Diógenes que le empujaba a
acumular en casa todo tipo de trastos. Durante una época vivió en un dormitorio
alquilado donde había ido guardando zapatos, papeles, libros… El acopio de
retales llegó a tal grado que un día no pudo abrir la puerta y tuvo que salir
por la ventana. Como había dejado la llave dentro, Lihn decidió no regresar jamás.
Jorge Edwards escribió un relato largo (unas
setenta páginas) sobre el suceso, pero mientras lo corregía se percató de que aquella
historia daba para mucho más. Daba, exactamente, para La Casa de Dostoievsky (Planeta-Casa de América), obra con la
que ganó el premio Cervantes en 2008.
Muy buena novela –lo anticipo ya–
ambientada en Santiago de Chile, París, Cuba y de nuevo en Santiago de Chile.
El libro narra las malandanzas de quien es citado en sus páginas de manera
aséptica como “el Poeta”, trasunto del propio Lihn, un individuo libre o
libertino (que escoja el lector del libro) que simboliza la manera de pensar y
de vivir de los intelectuales en general y de los escritores chilenos en
particular que luchaban (¿luchan?) por mejorar el sistema social y que, llegado
el momento, tuvieron que afrontar la condena al fracaso de algunos de sus sueños.
La casa de Dostoievsky (ahora sin cursivas:
no hablo del libro sino de la casa en sí) es una morada desapacible,
desastrada, en la que vive el Poeta, lugar de refugio de sus ilusiones y
frustraciones, compartidas de algún modo por la generación literaria chilena de
la época, la que va de los años 40 a 80 del pasado siglo. La referencia al
maestro ruso no es casual: Fiodor Dostoievski, ilustre “culo de mal asiento”,
vivió en numerosas casas; tanto es así que nunca habitó más de tres años en la
misma vivienda.
Edwards, al explicar el libro durante su
promoción, afirmó que en La Casa de
Dostoievski “también se hace la crítica de la crítica”. Cierto. En la
novela no quedan bien parados ni el sistema ni los que critican el sistema. El
premio Cervantes nos ofrece un retrato gris del socialismo practicado en Cuba o
Rusia, un socialismo (o comunismo, si se prefiere) que en un principio contó con la
colaboración voluntariosa de muchos intelectuales, algunos de
los cuales con el paso del tiempo fueron coaccionados (como le ocurrió al
personaje Heberto Padilla, que acaba claudicando) a renunciar a sus ideales
para apoyar una causa en la que ya no creían.
Se suele citar el humor como uno de los
elementos destacables en La casa de
Dostoievsky, aunque confieso haber sido impermeable a ese
humor. La Casa de Dostoievsky (muy
mal acogida entre ciertos guardianes de la memoria de Enrique Lihn) me ha resultado una novela triste, tremendamente,
triste, una mirada realista y descorazonadora del papel
(marginal) del escritor en un mundo cruel gobernado por fuerzas poderosas que
solo obedecen a intereses inicuos, ajenos al mundo de las Letras, ajenos al
corazón del hombre.
Francisco Rodríguez Criado
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